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El bisfenol A, más cerca de su prohibición

El bisfenol A, más cerca de su prohibición

Más vale tarde que nunca: la Unión Europea reconoce por fin que estamos ante un disruptor endocrino que afecta a la salud y cuyo uso deberíamos limitar. Todavía se usa en muchos envases alimentarios.

Después de que desde muchas instancias se haya alertado de los peligros del bisfenol A para la salud humana y del planeta, la Unión Europea ha reconocido por fin que se trata de un disruptor endocrino y lo ha incluido en su lista de sustancias altamente preocupantes para la salud (SVHC).

Se trata, sin duda, de un pequeño gran paso que, aunque llega algo tarde, abre la puerta a que se tomen medidas para regular más ampliamente su uso y reducir nuestra exposición a esta sustancia, muy utilizada por la industria en los envases alimentarios.

El reconocimiento oficial como sustancia altamente preocupante para la salud del bisfenol A viene de la Agencia Europea de Sustancias y Mezclas Químicas (ECHA por sus siglas en inglés), que ha tomado la decisión por unanimidad tras analizar y debatir la propuesta y los informes presentados por Francia solicitando que esta sustancia fuera reconocida como disruptor endocrino.

Un paso hacia la prohibición total del bisfenol

La decisión de la ECHA es seguramente un primer paso hacia la prohibición total del bisfenol A en los envases alimentarios. Es el paso lógico después de que en 2011 ya se reconocieran sus efectos sobre el sistema endocrino en desarrollo y se prohibiera su uso en biberones.

Masivamente expuestos

Actualmente el bisfenol A se encuentra en numerosos productos de uso diario, especialmente en envases y recubrimientos alimentarios de plástico.

Casi se podría decir que el bisfenol A lo comemos y lo bebemos a diario. Se utiliza en el recubrimiento interior de las latas de conserva, en los bidones de agua de plástico duro (policarbonato) como los que se utilizan en las fuentes de agua para oficinas, en los tápers del mismo material, en las botellas de plástico retornables o rellenables, y en los cubiertos de un solo uso. También se ha detectado bisfenol A en las bolsas de palomitas para microondas.

Pero el bisfenol no se encuentra solo en los envases y plásticos. De hecho, para la mayoría de la población la principal fuente de exposición a este tóxico son los tickets de caja de supermercados, cines, aparcamientos y todo tipo de establecimientos, pues se utiliza en la fabricación del papel de impresión térmica.

Al tocar este tipo de papel, el disruptor endocrino se adhiere a la piel, la traspasa y llega a la sangre, según Frederick vom Saal, biólogo de la Universidad de Missouri. Las mujeres y los niños son más vulnerables a esta forma de exposición porque tienen la piel más fina.

Para evitar el contacto con el bisfenol, se puede rechazar el ticket si no es absolutamente necesario o hacerle una foto. Ahora bien, librarse no es tan «fácil» y aquí es donde urgen medidas a mayor escala y tener una mirada amplia. También se ha detectado bisfenol A, por ejemplo, en envases de papel reciclado como las cajas de pizza, seguramente por la presencia de papel de impresión térmica entre los papeles utilizados para el reciclado.

Por qué es tan preocupante el bisfenol A

La decisión de reconocerlo como disruptor endocrino llega tan solo unos meses después de que cuatro sustancias de la familia de los ftalatos también fueran reconocidas como disruptores endocrinos: los ftalatos DEHP (Dietilhexilftalato), DIBP (diisobutilftalato), DBP (dibutilftalato) y BBP (bencilbutilftalato).

Hasta ahora la Unión Europea solo había aceptado clasificar el bisfenol A como una sustancia preocupante para la reproducción humana. Ahora considera establecido que esta sustancia puede interferir en nuestro sistema hormonal y afectar al normal desarrollo de las glándulas, las funciones cognitivas y el metabolismo.

Concretamente al bisfenol A se le atribuye un efecto estrogénico. Otros estudios lo relacionan con alteraciones del sistema nervioso, la salud cardiovascular, el sistema inmunitario e incluso algunos tipos de cáncer, como el de mama o el de próstata.

El precedente de los biberones

En 2011, la Unión Europea tan solo había accedido a prohibir la fabricación, importación y comercialización de biberones que contuvieran bisfenol A en aplicación del principio de precaución, con objeto de proteger la salud infantil.

El bisfenol A era habitual en los biberones de plástico fabricados con policarbonato. Cinco años más tarde el Parlamento Europeo había solicitado que la prohibición de usar esta sustancia se extendiera a todos los envases alimentarios.

En España también había habido movimiento. El grupo parlamentario de Izquierda Unida había presentado en 2013 una proposición no de Ley en las Cortes para que se prohibiera este compuesto en envases alimentarios, pero la iniciativa no tuvo éxito. Se pretendía seguir el ejemplo de Francia, que había aprobado prohibirlo a partir de 2015.

Ahora, su reconocimiento oficial como disruptor endocrino en el seno de la Unión Europea nos acerca más a ese objetivo y constituye una pequeña victoria en la lucha por que se reconozca el perjuicio que causan una larga lista de sustancias químicas tóxicas que afectan a nuestro sistema hormonal y que son ampliamente empleadas por la industria.

Sin embargo, todavía queda mucho por hacer. Y no solo para llegar a la prohibición del bisfenol A. La lista de sustancias consideradas disruptores endocrinos y todavía no reconocidas oficialmente como tales es larga y no poco «preocupante».

¿Se acabará el problema cuando se prohíba el bisfenol A?

No, porque sus sustitutos actuales tampoco son inocuos.

Uno de ellos, utilizado en botellas de plástico «libres de BPA» es el fluorine-9-bisfenol (BHPF) que, según un estudio publicado en Nature Communication por un equipo de investigadores chinos y japoneses, posee efecto antiestrogénico, es decir, el contrario al bisfenol A, pero continúa siendo un disruptor endocrino que puede afectar al desarrollo del niño durante la gestación incluso en dosis menores que el BPA. El estudio se ha realizado en animales y debe confirmarse en personas.

Otras fuentes de disruptores endocrinos

Además del bisfenol A o sus alternativas, los disruptores endocrinos se hallan en multitud de productos que forman parte de la vida cotidiana.

• Los ftalatos se encuentran en casi todos los plásticos flexibles (como los usados en piscinas, colchonetas, bolsos, pelotas y otros juguetes), así como en jabones, geles y champús, lacas de uñas, pintalabios y otros cosméticos.
• Los nonilfenoles se hallan en preservativos con espermicida, detergentes y alimentos contaminados con plaguicidas agrícolas.
• Los retardantes de llama polibromados (PBBs) usados para evitar incendios son potentes alteradores de la tiroides. Estos compuestos se hallan, por ejemplo, en aparatos eléctricos, ropa o la espuma de poliuretano empleada como aislante en la construcción.
• Las dioxinas, además de cancerígenas, son disruptores endocrinos. Su principal fuente son las incineradoras, incluidas las municipales de basuras, así como empresas papeleras y fundiciones de cobre y hierro. Una vez liberadas al ambiente acaban acumulándose en la grasa de los animales de granja y los alimentos que se obtienen de ellos.
• Los compuestos organoclorados emitidos por los motores de combustión también son disruptores endocrinos.
• Los parabenos todavía son conservantes habituales en productos de higiene doméstica y personal, aunque muchos fabricantes han dejado de usarlos ante las noticias que los relacionan con el cáncer de mama.
• Los filtros solares químicos como la benzofenona se comportan como disruptores. Un estudio realizado por investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas en colaboración con el Hospital Sant Joan de Déu de Barcelona probó que estos filtros son capaces de atravesar la piel y llegar hasta la placenta.
• Todas estas sustancias están afectando silenciosa pero gravemente a la capacidad reproductiva y la salud de las personas y de los animales. La investigadora pionera en disruptores endocrinos Theo Colborn lo explicó hace ya 21 años en su libro Nuestro futuro robado (Ed. Ecoespaña), escrito con Dianne Dumanoski.

 

Fuente: Cuerpomente.com