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La declaración científica de Chapel Hill

La comunidad científica lleva mucho tiempo alertando de los riesgos que entrañan las “pequeñas” cantidades de Bisfenol A que ya tenemos en nuestros cuerpos.

Si se tiene en cuenta lo que hoy sabe la Ciencia y en aras de proteger la salud “muchos usos comerciales del Bisfenol A no son posibles, incluyendo virtualmente todos los usos que entrañan un contacto con alimentos o líquidos”.

En el año 2007 la revista Reproductive Toxicology publicaba la Declaración de consenso del panel de expertos sobre el Bisfenol A de Chapel Hill30. En ésa declaración, nacida de un grupo de trabajo reunido en noviembre de 2006 bajo los auspicios del Instituto Nacional de las Ciencias de la Salud Ambiental (National Institute of Environmental Health Sciences) de EE.UU. se manifestaba cual es el consenso científico mayoritario sobre la cuestión.

La reunión de expertos, integrada por los líderes mundiales en la investigación del Bisfenol A, requirió un amplio trabajo previo de meses durante los cuales se revisaron cerca de 700 estudios científicos publicados.

Eran científicos de centros de investigación de la Agencia de Protección Ambiental de los EE.UU., la Harvard School of Public Health, el National Institute of Environmental Health Sciences, la Universidad de Florida, University of Texas Medical Branch, University of Missouri, University of Massachusetts, la University of Cincinnati Medical School, la Washington State University, University of Illinois at Chicago, Columbia Environmental Research Center, Tufts Medical School, University of Connecticut, North Carolina State University, Emory University, la Brunel University (Reino Unido), el National Institute of Health Sciences(Japón), la Universidad de Siena (Italia), Universidad Miguel Hernández (España), Universidad de Granada (España), Institute of Clinical Pharmacology and Toxicology (Alemania), …

Las decenas de científicos participantes, entre los que se contaban algunas de las mayores autoridades mundiales en la materia, estuvieron de acuerdo en concluir que los niveles medios de Bisfenol A que se miden en las personas de la población general son más altos que aquellos que se sabe que causan daños en animales en experimentos de laboratorio31.

Además, apuntaban que dicha dosis de referencia de la EPA había sido adoptada en base a mediciones desfasadas realizadas en los años 80 y que por otra parte no tenía en cuenta los hallazgos científicos más recientes que mostraban efectos del Bisfenol A a dosis bajas de concentración. Y concluía que si se reevaluaba la dosis de referencia teniendo en cuenta debidamente la evidencia científica existente, “muchos usos comerciales del Bisfenol A ya no serían posibles, incluyendo virtualmente todos los usos que entrañan un contacto con alimentos o líquidos”.

Es precisamente lo que ha hecho ya Francia y lo que pedimos que haga también España.

Entre las conclusiones del consenso de Chapel Hill cabe citar las siguientes:

Los científicos estaban seguros de que:

La exposición al Bisfenol A es generalizada.

Niveles comúnmente detectados de Bisfenol A circulante en los seres humanos superan los niveles extrapolados de los estudios de exposición aguda en animales de laboratorio. Esto es algo clave: los niveles que causan efectos adversos en animales son inferiores a los que ya se detectan en cuerpos humanos.

Los niveles de Bisfenol A en los fetos de ratón (recibidos a través de la madre), en dosis que han producido efectos adversos en varios experimentos, están dentro del rango de niveles de Bisfenol A libre, no conjugados, que se han medido en la sangre de los fetos humanos.

El Bisfenol A genera una alteración de la “programación epigenética” de genes en animales de laboratorio y en ejemplares de fauna silvestre, produciendo efectos persistentes que se manifiestan en etapas posteriores de sus vidas. Concretamente, la exposición prenatal y/o neonatal a dosis bajas de esta sustancia resulta en cambios organizativos en la próstata32, las glándulas mamarias, los testículos, el tamaño corporal, la estructura y la química del cerebro y la conducta en animales de experimentación.

Los estudios basados en la exposición de adultos al Bisfenol A no pueden servir para predecir los efectos que pueden producirse si la exposición se da durante el durante el desarrollo.

Acciones mediadas por la señalización de receptores asociados a la membrana pueden subyacer a gran parte de los fenómenos causados por dosis bajas del Bisfenol A (se han descrito efectos en dosis tan bajas como 1pM [picomolar]. Niveles casi indetectables.

Los mismos científicos creen probable (aunque para confirmarlo con más contundencia se requeriría más investigación), que:

La exposición al Bisfenol A durante diferentes periodos de la vida pudiera influir diferencialmente en el origen y progresión de algunos cánceres y la exposición durante periodos sensibles de la organogénesis puede incrementar la susceptibilidad al desarrollo de cánceres en algunos órganos como la próstata y las glándulas mamarias33.

La exposición durante las primeras etapas de la vida a dosis ambientalmente relevantes de Bisfenol A (es decir, a aquellas dosis a las que de hecho ya se expone comúnmente la población) puede resultar en efectos adversos permanentes en seres humanos.

El funcionamiento del sistema inmunológico puede ser alterado tras la exposición de adultos al Bisfenol A.

Los científicos del panel de Chapel Hill establecían también una serie de incertidumbres y sugerencias para la investigación futura, porque son aspectos que inquietan sobre posibles efectos que puede tener esta sustancia: estudiar si se produce amplificación del Bisfenol A a través de la cadena alimentaria particularmente bajo ciertas condiciones; incrementar el conocimiento de todas las fuentes de exposición humana al Bisfenol A; aclarar aspectos que expliquen por qué los niveles de Bisfenol A medidos en la sangre y otros fluidos corporales sugieren que la ingesta de Bisfenol A es más alta de la que se ha venido creyendo y/o que el Bisfenol A puede bioacumularse en algunas situaciones tales como el embarazo; realizar más estudios epidemiológicos sobre los efectos sanitarios del Bisfenol A, en especial durante momentos sensibles del desarrollo; investigar más los efectos epigenéticos y transgeneracionales del Bisfenol A; etc.

En resumen, esta declaración de consenso de los líderes mundiales en investigación sobre el Bisfenol A ponía en cuestión que los límites supuestamente “seguros” de exposición a esta sustancia establecidos por agencias como la FDA (y por extensión, la EFSA) fuesen válidos y estuvieran realmente sirviendo para proteger la salud de las personas. Evidenciando que para el establecimiento de tales niveles no se ha tenido en cuenta la enorme cantidad de conocimiento científico sobre el Bisfenol A que se ha adquirido en las últimas décadas y que muestra que se producen efectos a niveles infinitamente inferiores a los que establecen las “dosis de referencia” oficiales.

Por todo ello, insistimos, España debe hacer como Francia, asumiendo su autonomía de competencias para dictar medidas que, basándose en el conocimiento científico y aplicando el Principio de Precaución, sirvan para proteger adecuadamente la salud de los ciudadanos frente a la omnipresente contaminación alimentaria con Bisfenol A. Medidas que no pueden ser otras que la prohibición de la presencia de esta sustancia en cualquier material que pueda estar en contacto con alimentos.