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¿Un buen tazón de cereales y glifosato para desayunar?

¿Un buen tazón de cereales y glifosato para desayunar?

Es una de las sustancias cuya seguridad está más discutida. Ahora, tras un juicio perdido por el que tendrán que pagar 289 millones de dólares a un enfermo de cáncer, resulta que está en muchos de los cereales que desayunamos.

Algo más de 289 millones de dólares. Esa es la cantidad de dinero que Monsanto, una de las mayores multinacionales de herbicidas del mundo y filial de Bayer AG, ha sido condenada a pagar a Dewayne Johnson, un jardinero de un colegio de California. ¿El motivo? El tribunal ha determinado que la exposición al herbicida Roundup, basado en el glifosato, es el responsable del cáncer terminalque el señor Johnson padece. Ahora, con el punto de mira otra vez sobre este compuesto químico, ha salido a la luz un informe del Environmental Working Group(EWG), una ONG ecologista estadounidense, que afirma que la mayor parte de los cereales de desayuno (43 de los 45 que se sometieron a pruebas) contienen glifosato. Y nada menos que 31 de los 45 tienen niveles que superan los límites establecidos por la legislación alimentaria.

Ahora bien, es lógico pensar que la Unión Europea, tan cauta en lo que a compuestos químicos carcinógenos se refiere, jamás consentiría el uso, y mucho menos la presencia en alimentos, de un herbicida al que se acaba de condenar por provocar cáncer y que ha estado sometido a una enorme controversia durante los últimos años. Pero no es así. En varios informes de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA por sus siglas en inglés) se defiende la seguridad del glifosato. En concreto en uno de noviembre de 2015 se decía que «según la opinión científica de 27 de los 28 expertos de los Estados miembros, se concluye que el glifosato es muy poco probable que pueda ser un carcinógeno para los humanos». Bueno, si lo dice la EFSA, que es la que a fin de cuentas es capaz de prohibir el uso de un determinado químico en la agricultura o en la alimentación de los ciudadanos comunitarios, deberíamos estar tranquilos. Pues tal vez no, porque la Agencia Internacional de Investigación del Cáncer (IARC por sus siglas en inglés) lo clasificó en 2015 como «genotóxico, carcinógeno para los animales y un probable carcinógeno para los humanos«. En el informe de la EFSA mencionado más arriba, esta se defiende de las acusaciones por parte de ciertos sectores de la sociedad de que en su aprobación del glifosato se había dejado influir por la propia industria. En efecto, en una serie de documentos recopilados por el periódico francés ‘Le Monde‘, se prueba que la empresa Monsanto pagó y manipuló los informes de agencias independientes y gubernamentales sobre el uso de glifosato.

La discusión sobre los posibles riesgos de este herbicida sigue abierta, pero mientras tanto, su uso sigue extendiéndose por Estados Unidos… y por Europa. El pasado mes de noviembre, la Unión Europea renovó la licencia de este producto químico diseñado para matar las ‘malas hierbas’ en los cultivos, durante cinco años más. Al ser considerado por los organismos comunitarios como ‘seguro’ no hay razón para que su control, no solo en los campos, sino también en los alimentos, exista. Según declaraciones de un propio portavoz de la EFSA a Alimente: «Teniendo en cuenta el potencial genotóxico del glifosato, son los Estados miembros los que deben revaluar los usos de este herbicida en sus propios territorios. Las conclusiones del informe de 2015 sobre el glifosato son definitivas«. O lo que es lo mismo, la EFSA sigue diciendo que es seguro.

Esto deja la puerta abierta a la presencia de este posible carcinógeno en la comida que nos llevamos todos los días a la boca, e incluso la que llevamos a la boca de nuestros hijos. El informe de EWG sobre la presencia de glifosato en cereales explica cómo un herbicida tan potente llega a nuestro desayuno: el glifosato se pulveriza sobre los campos antes de cosechar para acelerar el proceso de secado. Es por esto por lo que pueden aparecer trazas (en ocasiones muy significativas) en los alimentos que ponemos en nuestra mesa. El informe detalla que en varias muestras de copos de avena se encontraron más de 1.000 ppb (partes por mil millones) y en muestras de cereales infantiles, entre 470 530 ppb. La propia EWG considera que la cantidad de glifosato máxima considerada segura es de 160 ppb.

Está todavía por ver el alcance de esta ‘contaminación’ (en ocasiones intencional) de la comida en el mercado de la Unión Europea. Pero tenemos que tener claro que mientras los gobiernos de cada país, los organismos comunitarios o la Organización Mundial de la Salud, no lleguen a una conclusión definitiva sobre la seguridad de este herbicida (que recientemente el estado de California ha clasificado oficialmente como carcinógeno) nos queda por comer bastante más glifosato con cada cucharada de nuestros cereales matutinos.

 

FUENTEAlimente. El Confidencial.