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El engaño de la palabra biodegradable

El engaño de la palabra biodegradable

Los fabricantes de productos perjudiciales para el medio ambiente llevan años recurriendo a un concepto tan ambiguo como efectivo para sus propósitos: el término biodegradable, usado en la mayoría de ocasiones con el objetivo de llevar al consumidor al engaño.

Uno de los sectores que más ha abusado y abusa de este término es el de los productos químicos para la limpieza y el mantenimiento del hogar. Los envases de suavizante, detergente, limpiacristales, abrillantadores, friegasuelos y el resto de productos de uso doméstico suelen destacar en su etiquetado la palabra biodegradable para minimizar el impacto ambiental que generan en el entorno tras su uso.

La inclusión de dicho término en la información al consumidor señala que los materiales y los principios activos que contiene el producto se transformarán en sustancias inocuas para el medio ambiente al disolverse en el entorno. Todo ello gracias a un proceso biológico de degradación (de ahí el nombre) en el que intervienen los organismos descomponedores, como bacterias y hongos, presentes en la naturaleza.

Sin embargo, lo que el fabricante no aclara en el etiquetado es cuánto tiempo va a tardar en activarse ese proceso natural y cuantas horas, días o semanas puede permanecer el residuo de manera inalterable en el entorno, contaminándolo y afectando a la salud del ecosistema.

En el caso de los detergentes para la lavadora y el lavavajillas o el del resto de jabones de lavado, la legislación que regula el uso de tensioactivos, fosfatos y las otras sustancias químicas que los componen deja un amplio margen a las marcas para que los señalen como biodegradables ante el consumidor.

Según esa normativa tan solo es necesario que se degraden algo más de tres cuartas partes del producto, permitiéndoles para ello un amplio margen de tiempo: hasta veintiún días.

Es decir que un producto tan tóxico para el medio ambiente como un detergente de lavadora puede permanecer durante tres semanas contaminando el entorno y sin embargo ser calificado como biodegradableconforme a lo que dice la ley. Y en todo caso, siempre quedará en torno a una cuarta parte del producto sin degradar, fijándose para siempre en el medio.

Esa es una de las tretas de las que se ha valido la potente industria química para ir colándonos sus productos tóxicos enmascarados de biodegradables, redactando una normativa al servicio de sus intereses y tan ambigua como hipócrita.   

Se trata del mismo engaño que utilizan los fabricantes de toallitas húmedas cuando nos indican en la etiqueta que pueden ser desechadas a través del inodoro porque son biodegradables. Algo del todo falso, solo hay que comprobar los problemas que causa su acumulación en los bajantes y las sentinas de los edificios y en el sistema de alcantarillado urbano, además del grave trastorno que causan en el sistema de funcionamiento de las estaciones depuradoras de aguas residuales.

Todo ello sin mencionar el grave impacto medioambiental que provocan al convertirse en basura marina. Para comprobarlo basta con dar un paseo por cualquiera de nuestras playas tras un temporal de levante. Viendo los montones de toallitas sin biodegradar que aparecen acumuladas sobre la arena comprobaremos el enredo al que nos están llevando los fabricantes.

 

FUENTE: El Plural