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Los profesionales sanitarios españoles también han mostrado su preocupación

Sanitarios españoles

La Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria (SESPAS) que reúne a 12 sociedades científicas y 3.800 profesionales y científicos del campo de la Salud Pública en España, remitió una carta121 a las autoridades sanitarias españolas y europeas expresando su “gran preocupación” por los efectos sobre la salud humana y ambiental causados por las sustancias capaces de alterar el sistema hormonal, pidiendo medidas urgentes para reducir la exposición de la población.

Estos profesionales denunciaban que en España los niveles corporales o concentraciones en el organismo de las personas de ciertos contaminantes hormonales (la llamada ‘contaminación interna’) son muy superiores a los de otros países, y representan una clara amenaza para la salud, el bienestar y la economía de nuestros ciudadanos y de nuestro estado del bienestar

En el texto remitido por estos expertos a las autoridades se aclaraba que estas sustancias, pueden tener una relación importante con el auge de una serie de problemas de salud. Así comentaban que “en las últimas décadas hemos observado un importante incremento de enfermedades relacionadas con factores ambientales (entre ellos, la contaminación por sustancias disruptoras endocrinas), incluyendo problemas de salud reproductiva (por ej., infertilidad, malformaciones congénitas), tumores y otras enfermedades en órganos hormono-dependientes (mama, próstata, testículo, tiroides), enfermedades metabólicas (diabetes, obesidad), enfermedades inmunológicas y alteraciones en el desarrollo del sistema neurológico, entre otras”. Comentaban que les parecía “impropio de un estado democrático moderno que esta carga de enfermedad sea ignorada por las políticas públicas relacionadas con la salud, el medio ambiente, la alimentación, la industria o la economía

Es “impropio de un estado democrático moderno que esta carga de enfermedad sea ignorada por las políticas públicas relacionadas con la salud, el medio ambiente, la alimentación, la industria o la economía”

Insistían, así mismo, en que se trata de una cuestión muy clara científicamente, ante los miles de investigaciones realizadas. Estudios que, señalan “han sido revisados recientemente de forma independiente y sistemática por la Sociedad Americana de Endocrinología (una de las más prestigiosas en este campo de EEUU), el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) y la Organización Mundial para la Salud (OMS), la propia Comisión Europea, y otros investigadores independientes” y que todas las revisiones coinciden en su honda y racional preocupación por los efectos adversos que las sustancias disruptoras endocrinas están teniendo en sociedades de todo el planeta, y en la necesidad de acciones mucho más enérgicas para proteger a la ciudadanía”.

Decían que al igual que las hormonas, las sustancias disruptoras endocrinas actúan a dosis extremadamente bajas; que las sustancias disruptoras endocrinas pueden ocasionar cambios moleculares y celulares permanentes en órganos y tejidos, en particular, cuando la exposición tiene lugar durante periodos de desarrollo especialmente sensibles (por ej., exposición in útero); que los efectos pueden no manifestarse de inmediato, sino años después de la exposición, en forma de enfermedad o disfunciones; y, que las hormonas y las sustancias disruptoras endocrinas pueden presentar curvas dosis-respuesta no monotónicas y, por tanto, científicamente, no pueden establecerse umbrales de exposición seguros a estas sustancias”.

Todos y todas

Por todo lo anterior, decían ver “con enorme preocupación el retraso de la Comisión Europea en adoptar los criterios científicos para identificar las sustancias disruptoras endocrinas y potenciar actuaciones eficaces. En particular, nos preocupa que se ignoren los conocimientos científicos existentes sobre los efectos combinados de las sustancias disruptoras endocrinas (debido a las mezclas de sustancias disruptoras endocrinas que contaminan habitualmente a las personas), de forma que sustancias que individualmente pueden tener un efecto hormonal compensado endocrino leve, cuando actúan conjuntamente con otras sustancias disruptoras endocrinas dan lugar a un efecto mucho más potente, como se ha evidenciado, por ejemplo, en estudios sobre efectos estrogénicos” -contaminantes que imitan la acción de los estrógenos femeninos- “ de mezclas de plaguicidas. Por tanto, al igual que ocurre para otras sustancias sin umbral de exposición seguro, como cancerígenos, mutágenos, sustancias persistentes o bioacumulativas, no se debe distinguir las sustancias disruptoras endocrinas en función de la potencia de sus efectos”.

Pedían que se mejoren los métodos que hoy se emplean para evaluar los efectos de estas sustancias, de modo que se tenga en cuenta -cosa que en la actualidad no sucede debidamente- lo que la Ciencia sabe realmente acerca de sus posibles mecanismos de acción y multiplicidad de efectos. Estas deficiencias denunciadas en los test toxicológicos llevan a enormes subestimaciones de los riesgos de estas sustancias. Insistían también en la necesidad de que “las Encuestas de Salud que se desarrollan en España incluyan el estudio de la contaminación humana por sustancias disruptoras endocrinas, una necesidad frecuentemente discutida pero casi nunca asumida y llevada a la práctica”.

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